El olivo es un árbol de hoja perenne que, además, es especialmente resistente a condiciones climatológicas relativamente adversas, aunque conviene prestarle especial atención en invierno.
El olivo es un árbol de hoja perenne que, además, es especialmente resistente a condiciones climatológicas relativamente adversas especialmente al calor extremo o las sequías.
De ahí que sea una especie muy longeva y muy valorada por las diferentes especies que existen y por su fruto, la aceituna, a partir de la cual se fabrica uno de los productos más importantes en España, el aceite. Pero, ¿cuáles son los cuidados que deben tenerse, especialmente en invierno, para garantizar su durabilidad?
Sensibles al frío
El olivo es una especie que no suele soportar temperaturas demasiado bajas. Sin embargo, existen especies como blanqueta, hojiblanca o corniblanca que pueden aguantar heladas medias gracias a su adaptación al clima mediterráneo.
Igualmente, y para protegerlos mejor del frío, se recomienda plantar los olivos más jóvenes en zonas resguardadas y proteger las raíces aplicando la técnica de acolchado del suelo que consiste en cubrirlo con materiales orgánicos que, además, aportan nutrientes conforme se van descomponiendo.
Controlar el exceso de agua
Al ser una especie fundamentalmente de secano, hay que compatibilizar el riego natural que se produce con la lluvia con el que se le proporcione mediante los diferentes sistemas que existen. En invierno se recomienda espaciarlos más que en primavera y verano y realizarlos por goteo para evitar un encharcamiento del suelo.
Recordar las fechas de recolección y poda:
La recolección de las olivas se suele llevar a cabo entre septiembre y octubre si se quiere aprovechar el fruto para elaborar aceitunas de mesa, y entre diciembre y enero si se van emplear para fabricar aceite. Así, febrero es el mes en el que hay que podar los olivos, justo después de la fructificación. Se debe realizar una poda de mantenimiento en la que se eliminen tanto las ramas secas como las cruzadas o las que brotan directamente del tronco o la raíz.
Mantenerlo abonado:
El olivo crece bien prácticamente en cualquier tipo de suelo, aunque resulta especialmente productivo en suelos calizos alcalinos. No obstante, conviene abonarlo al comenzar la primavera, justo cuando las temperaturas comienzan a subir ligeramente, extendiendo estiércol o compost en la capa externa del suelo.