Los bulbos son unos órganos subterráneos de algunas plantas, que se ocupan de almacenar los nutrientes de reserva durante las épocas frías del año, para ser utilizadas en la brotación de nuevos tallos durante la primavera o el verano.
Suelen estar bajo tierra, pero no son raíces, son tallos que han evolucionado de manera distinta, pero conservan todas sus partes. Si observamos un bulbo podemos ver las raíces en la parte inferior, y sus hojas con forma de escama alrededor.
Pueden florecer en diferentes temporadas del año, aquellos bulbos que florecen en primavera, como el tulipán, el Jacinto o los narcisos, se deben plantar a principios del otoño. Los bulbos que florecen en verano, como los gladiolos, la begonia, las azucenas o las dalias, deberán plantarse a principios de la primavera, cuando suban las temperaturas del frío invierno.
Conformación de los bulbos
Los bulbos están conservados por:
- Raíz: Es la parte de la planta que crece en sentido inverso al tallo. Tiene funciones de fijación y nutritivas.
- Tallo: Es el órgano de la planta que sostiene, generalmente, a las ramas, a las hojas y a las flores. En general, tiene funciones de sostén y de conducción (Por ejemplo: conducción de la savia).
- Yemas: Son pequeños cuerpos ovoides que se desarrollan.
Según el medio en el cual se desarrollan, los tallos pueden ser: aéreos, subterráneos o acuáticos.
Plantación de bulbos
Durante el cultivo de bulbos, lo más importante es preparar bien el suelo donde se valla a plantar. La tierra tiene que estar muy esponjosa y bien abonada. Para ello utilizaremos Sustrato Vegetal y como abono utilizaremos el Abono de Pescado que está especialmente indicado para toda clase de bulbos.
Después se pueden enterrar en su posición correcta: la zona que termina en punta hacia arriba y la parte donde salen las raíces hacia el suelo. Un truco para saber la profundidad a la que se debe enterrar es multiplicar por dos la parte más ancha del bulbo. Se aprieta bien la tierra sobre él y se riega abundantemente la zona de plantación.