La floración del olivo es un momento clave entre las etapas por las que pasa un olivo en su ciclo anual. Constituye una explosión de vida, todo una inversión en energía con la que el olivo, como cualquier otra planta de reproducción sexual, ofrece una importante muestra de flores con el objetivo de ser fecundadas en gran medida y convertirse así en nuevos frutos o aceitunas, es la descendencia que asegure no sólo su supervivencia como especie, sino también su diversidad genética.
La floración del olivo se hace ahora visible, a partir de mediados de Mayo y su duración no viene a pasar más allá de una semana, aunque lógicamente desde que se abre la primera flor hasta la última en un mismo olivo puede pasar un tiempo superior, de hasta 3 semanas.
Durante ese tiempo el polen del olivo que es vertido a la atmósfera , es muy elevado en comparación a otras plantas, siendo el aire y el azar el encargado de que se produzca el encuentro entre un grano de polen y el estigma de una flor femenina, momento a partir del cual se desencadena el proceso de fecundación, es decir, se formará un nuevo embrión o semilla que luego se verá envuelta por el fruto o aceituna que iniciaría así su crecimiento.
Verdaderamente la floración en los olivos encierra sus pequeños secretos. Entre ellos, el más sorprendente es saber que los granos de polen pueden viajar hasta cientos de kilómetros para fecundar una flor en otro olivo. Pueden cruzar incluso el Mediterráneo, y es normal que el polen de olivos en Marruecos pueda fecundar olivos en la sub-betica cordobesa o viceversa.
Otra curiosidad es que el polen prácticamente nunca fecunda las flores del mismo olivo o de otros próximos si son de la misma variedad, necesitan por tanto cruzarse, de esta manera se asegura la variabilidad de la descendencia, un mecanismo común entre las plantas y que algunos intercalamos por tanto otras variedades de olivo distintas.
Y lo que menos se sabe respecto a la floración son los mecanismos que la desencadenan puesto que no es algo automático que se repite cada año con la misma intensidad, sino que depende de lo que el árbol ha experimentado durante el año anterior en cuanto a presencia de agua en el suelo, nutrientes, temperaturas, etc. Un equilibrio no muy bien conocido y que sólo el olivo sabe cómo expresar. El olivo “decide” en definitiva su intensidad de floración.
En cualquier caso, serán muy pocas flores las que lleguen a su objetivo meta final, convertirse en aceituna. Quizás lo logran apenas 2% de las que aparecieron al principio, pero serán en cualquier caso suficientes para regalarnos una cantidad adecuada de oro verde cada año.
La floración la vemos culminada, cuando sus flores se desprenden de sus pétalos, cuando éstas ya han quedado fecundadas, siendo por tanto el inicio de un nuevo fruto o aceituna.
Este proceso del olivo se denomina cuajado, al que le sigue inmediatamente después una caída natural de parte de esos nuevos frutos y dejando el olivo aquellos que será capaz posteriormente de alimentar.
A partir de ese momento y desde el próximo mes de Junio hasta su completa maduración en Noviembre, el fruto pasará por dos etapas de desarrollo. El crecimiento rápido y la acumulación de reservas, dos etapas perfectamente separadas por un momento clave, el endurecimiento del hueso que llegará aproximadamente en el mes de Julio.